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CINE BRAILLE

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Todos estos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia

KARINA VISMARA: NUNCA LA OÍSTE EN TIEMPO

Quien, como yo, descubra hoy la obra de la cantautora argentina Karina Vismara no podrá menos que sentirse un poco blanco de aquella protesta de Spinetta hecha canción pero magnificada hasta lo irremediable, porque Karina murió de una enfermedad fulminante en Buenos Aires en 2022, a los 31 años. Dos álbumes, algún simple, algunas pocas colaboraciones con otros artistas, y un final abrupto para una carrera que recién estaba en sus comienzos.

 

Karina Vismara nació en el rincón sudeste de la provincia de Buenos Aires, en Balcarce, en 1990, en el seno de una familia de buen pasar. La vivencia del campo y el amor de su padre por los Beatles marcaron su vida desde temprano, y terminarían definiendo su destino y su obra. Tuvo su bandita de adolescencia, de esas que se van más en charlas y ensayos que en actuaciones, pero a diferencia de tantos pudo trascender ese bucle de procrastinación: a los 19 años se fue a estudiar música al Liverpool Institute for Performing Arts, y el diploma del título se lo entregó nada menos que Paul McCartney. (De quien por cierto hizo una muy linda versión de Junk). En 2015 editó su primer álbum, Casa del viento: melancólico folk acústico con guitarras de afinaciones abiertas, canciones en inglés y en castellano, y Joni Mitchell y Nick Drake como padrinos de rigor, al menos en los comentarios que no pueden evitar relacionar a un artista con otros, como éste. Pero debiera resaltar antes que nada su voz, esa voz, muy dulce y melódica y a la vez poderosa, que está cómoda en el pop y el folk pero deja adivinar que el rock y el folklore argentino le quedarían igual de bien.

Es difícil resistirse a sobreinterpretar hoy la letra de la canción de apertura, Tied up tight, como un testamento inconsciente: "he viajado alrededor del mundo / tratando de encontrarte y esto es lo que he aprendido: / estás dentro de mí, esperando que te oiga. / Ahora es tiempo de ser yo misma, yo misma otra vez. / Alguien me dijo que la vida es corta y dura: / "no vayas muy lejos, llenate los bolsillos" / ¡Hombre estúpido! ¿Ése es tu consejo? / No habrás hecho nada mal, pero ¿viviste tu vida? / ¿Por qué no probar? / Nada te ata". Otras canciones, consideradas en conjunto, esbozan una terrible tragedia familiar, cuyo descubrimiento prefiero dejar al eventual interesado: Que fácil es hablar, Hopeless, No le digas qué hacer, As a child. En Escondidas se oculta una tirria entre ex amigas, así como en Viento del este el descubrimiento europeo del Río de la Plata. En Little bird la presencia de un pájaro dispara una reflexión, como en Blackbird de los amados Beatles; la narradora, al lamentar la desventura de la pequeña ave, termina por exponer la propia, pudoroso desplazamiento poético empleado por otro artista reverenciado por Karina, Atahualpa Yupanqui, en canciones como Los ejes de mi carreta o Vientito del Tucumán. Julio ensaya con menos felicidad el mismo recurso: los árboles que "se miran, se tocan pero no / no se sienten", el hombre aludido que se va "como julio". (Que Karina haya muerto en agosto le agrega una dosis de morbo letal) . Sooner or later no cierra la obra pero bien podría haberlo hecho, por su invitación a pasar a la acción: "limpia el polvo que asentó el año. / Corre tan rápido como puedas. / No te detengas, el tic tac del reloj es tan rápido. / Para bien o para mal, / adelante, a seguir adelante con orgullo". Otra letra que hoy parece incitar a la sobreinterpretación.

Para 2019, año del segundo álbum, Selva, Karina había descubierto el rock argentino: con cierta vergüenza reconocía en los reportajes haber llegado tarde a Spinetta, a quien admiraba. Las nuevas canciones ya no dejan lugar para expresarse en inglés, e incorporan un enfoque mucho más rockero en la instrumentación y una mayor variedad rítmica: lástima no poder preguntarle qué opinaba de Rosario Bléfari, otra lamentada muerte de comienzos de esta década desalmada, con quien resulta inevitable relacionarla.

Montaña, el excelente tema de apertura, integra la banda sonora de la serie británica Long way up, un documental estrenado en 2020 que relata el viaje en motocicletas emprendido en 2019 por Ewan McGregor y Charley Boorman desde Ushuaia hasta Los Ángeles. No se deja conquistar es una canción de desamor, un laberinto del que se sale dándose permiso para "disfrutar de tu libertad". En Selva la crítica al consumismo y materialismo de la época se aúna con la preocupación por la ecología. Esa misma crítica se expresa en sobretonos sociales en Persona, cuya letra habla de peones rurales explotados, y cuya música (¡ese 6x8!) transmite poderosas vibras de rock argentino de primera mitad de los setenta, particularmente de Arco Iris. Pero Karina hace años que dejó las sierras de Balcarce por las calles de Buenos Aires, y cada regreso a la tierra natal ahora carga con la ambivalencia de que empieza a extrañar la gran ciudad, como cuenta en La extraña. Dos canciones se suceden abordando el embarazo desde ángulos opuestos: la angustia de Nada, nadie y la ternura de Madre, en la que reverebera algún claro eco de Todas las hojas son del viento de Spinetta. Cierran el álbum otro ejercicio de invectiva, Dejando estar, y otra canción escrita desde el punto de vista de los pueblos originarios, la historia de amor transcultural con final sobre colchón de psicodelia rockera de Nerea.

De esa época es también La ventana, que interpretó con su autor Jonah Schwartz, alias Diente de Madera, y Betty Blight y que se editó recién a fines de 2022: una meditación acerca de la pérdida de un hijo, inspirada en la muerte aún hoy no resuelta de Santiago Maldonado.

En el distópico 2020 de la pandemia, Karina se quedó en casa como casi todos pero para nada se quedó quieta. En las primeras semanas del confinamiento obligatorio grabó en colaboración con otros artistas, cada uno desde su casa, un muy lindo cover de Dreams de Fleetwood Mac. Estuvo muy activa entonces en el oximorónico circuito de recitales virtuales de aquel año, así como en presentaciones apenas se habilitaron las actuaciones en vivo. Su colaboración con el trío electrónico Poncho, Sola por la ciudad, salió editada como simple en aquellos meses de encierro intermitente, angustia empastillada y digitalizada y bolsillos flacos en los que se incubaba aquel huevo de esta serpiente. En 2021 editó en simple una versión en vivo de No se deja conquistar, y 2022 parecia que iba a ser otro año de crecimiento artístico más. Pero nunca sabremos hasta dónde podría haber llevado ese camino porque el destino, que es ciego e inocente pero no por ello menos terrible, tenía otros planes.

Antes que lamentar la pérdida de una persona valiosa, tal vez haya que agradecer la suerte de haber compartido siquiera momentos en esta breve comedia trágica: como Karina cantaba en Little bird, "no lo sueltes pero dejalo fluir". Y "no te detengas, el tic tac del reloj es tan rápido. / Para bien o para mal, / adelante, a seguir adelante con orgullo".