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* * * * * * * * * * * * PERO ¿QUIÉNES SOMOS LOS QUE HACEMOS CINE BRAILLE? * * * * * * * * * * * * |
Del 18 al 27 de noviembre de 2016 se celebró el XXXI Festival de Cine de Mar del Plata, y CINE BRAILLE insiste en contarlo como nadie le pidió, como ya sucediera con las ediciones de 2003, 2005, 2006, 2007, 2011, 2014 y 2015. El eventual y acaso inexistente lector de estas líneas no encontrará aquí una cobertura profesional sino impresiones acerca de las siete u ocho películas que pude llegar a ver y algunos datos sueltos que pueden ser útiles. O no. (Para coberturas, la del sitio hermano Cinefania). Como suele decir mi viejo, si gusta, es su casa.
DÍA NUEVE: SÁBADO 26
Fue el día de Three, del reputado artesano Johnnie To. Una especie de Asalto al precinto 13 ambientada en un hospital de Hong Kong ¿qué puede salir mal? El título alude a los tres personajes principales, cuyo pecado común es la desmesura, la hibris: los tres se asumen infalibles. Un criminal epigramático que cree que puede burlar a voluntad a todo el mundo, pero que tiene una bala alojada en el cerebro y puede morir en horas; un inspector de policía que cree que la mejor manera de defender la ley es burlarla, pero cuyos manejos están a un paso de ser descubiertos; una neurocirujana orgullosa de sus logros, pero cuya autosuficiencia empieza a poner en riesgo la salud de sus pacientes. Una hora y pico de paciente construcción para desatarse en un final extraordinario, coreografiado con mano maestra y musicalizado en tono de broma, rodado en un falso bullet-time, que abreva en Tarantino y aún más en sus maestros Peckinpah o John Woo, pero también en la vuelta irónica a la secuencia icónica de El acorazado Potemkin revisitada por Brian DePalma en Los Intocables y en los incontables finales de personajes suspendidos sobre un abismo.
Un detalle curioso del filme es su funcionamiento dialéctico, en pares, más aún porque el nombre apunta al número tres. Dos personajes para el comic relief, uno de cada lado de la ley. La obsesión de la doctora y del policía es el cumplimento del deber, obsesión que los lleva a ambos a dar pasos en falso. En el final un paciente de la neurocirujana recupera milagrosa e inverosímilmente la salud, mientras otro la pierde. El policía vulnera la ley y pone en riesgo la vida del delincuente, pero en un instante decisivo lo salva.
DÍA OCHO: VIERNES 25
La Universidad Nacional de Mar del Plata acostumbra organizar un ciclo de 24 horas de cine en continuado en adhesión al Festival. Este ciclo comienza mañana sábado a las 12 horas, así que están a tiempo de asistir: la programación puede ser consultada aquí. Y quizá el principal atractivo del ciclo es la exhibición de El Crack, la ópera prima de José Martínez Suárez, el director del Festival. La película fue estrenada en 1960, y sería un buen ejercicio de neorrealismo italiano de no ser una película argentina. Porque, más allá de la anécdota principal acerca del fútbol profesional, es un buen retrato de los sueños, problemas y limitaciones de las clases populares argentinas de hace algo más de cincuenta años, hecho con poca plata y con mucho ingenio.
El argumento se centra en el porvenir glorioso que parece abrírsele a un futbolista adolescente cuando es adquirido por un equipo poderoso. Pero el futuro del chico es, para usar palabras del Indio Solari, "el diseño de la necesidad" de demasiada gente. De su amargado y trabajador padre, que sólo piensa en volver a su Galicia natal. De su madre, una madre de tango, sacrificada y soñadora. De su novia, que sólo piensa en "salir de la mugre" de una vida de carencias junto a un padre alcohólico. De su barra de amigos, que sublima en los domingos de fútbol las frustraciones de los otros días de la semana. De los hinchas veletas, que pasan del odio al amor según cómo termine una jugada. De los directivos del club de barrio, que ven en una transferencia la salvación de su club. De los directivos corruptos del club grande, que ven en cada pase de un jugador la oportunidad de rapiñar una comisión. De los periodistas a sueldo de los directivos corruptos, siempre listos a ensalzar o denigrar según lo dicte su bolsillo. Como verán, el fútbol "de antes" no era tan distinto al de hoy: la diferencia es, tal vez, que los que hoy lo recuerdan arrobados eran chicos entonces y no se enteraban de un carajo, para decirlo en un castellano comprensible. En El crack hay además botineras, partidos de resultado arreglado, futbolistas envidiosos que no le pasan la pelota al chico nuevo que es mejor que ellos, jugadores que no se juegan las piernas porque ya "están llenos de guita".... Hasta se ven trapitos y vendedores de choripanes, muchachos. ¿Qué tiene de distinto el fútbol de 1960? En mi opinión, las diferencias no son sustanciales sino de grado: hoy es igual, sólo que peor. De aquellos polvos, estos lodos.
La película permite ver al Charro José Manuel Moreno, uno de los mayores mitos de la historia del fútbol argentino, en el papel del veterano que se reconoce en el chico joven e intenta ayudarlo y explicarle en qué se está metiendo. Y además hay una escena magnífica, que compendia las ansiosas horas que van de la noche del sábado hasta el comienzo del partido, y que cifra todos los anhelos que se ponen en juego apenas rueda la pelota.
DÍA SIETE: JUEVES 24
Todos los festivales uno hace una lista tentativa de películas a ver, y todos los festivales esa lista queda reducida a menos de la mitad, entre superposiciones, horarios infames, cambios de programación como el mencionado de El vampiro negro e imposibilidad de conseguir entradas. En previsión de que difícilmente vea El centroforward murió al amanecer el domingo al aire libre del Museo de Arte Contemporáneo, a meros metros del gélido Mar Argentino, me propuse verla hoy.
La película está basada en una obra teatral de Agustín Cuzzani, también autor de la adaptación cinematográfica que dirigió René Mugica en 1961. La primera parte es realista, y está centrada en Cacho Garibaldi (Luis Medina Castro) el delantero estrella de Nahuel, un modesto equipo de primera que tiene "más deudas que hinchas" y cuyo único capital es Garibaldi, que es pretendido por la poderosa institución "Rivera" y por clubes italianos y españoles. La pintura de la locura de los hinchas, del poder del fútbol para paralizar un país entero a través de los medios y de la rendición del deporte a los pies del dinero están bien logradas: nótese que la obra teatral es de los años cincuenta y la película, repito, de 1961.
La segunda parte mantiene el mismo ritmo decidido de la primera, pero es tan alegórica como la primera es realista. Un misterioso multimillonario, Enésimo Lupus ("lobo" en latín) compra la deuda del Nahuel con la condición de que le vendan a Garibaldi, pero no para negociar su pase, como Hidalgo, Arribas, Zahavi y demás testaferros de Mauricio Macri, sino para sumarlo a su colección de seres humanos extraordinarios (sic) como una bailarina excelsa, un científico brillante, un actor destacado, el hombre más fuerte del mundo. Algo así como el cuento El congreso de Borges pero en ácido. Como Gran Hermano pero sin los SMS. Garibaldi y la bailarina se enamoran: Lupus ve en ello la oportunidad de procrear seres humanos aún más extraordinarios, y celebra su casamiento con una fiesta digna de Fellini. El final absurdo redondea la alegoría, que hoy tal vez parezca obvia.
DÍA SEIS: MIÉRCOLES 23
Fue el día en que vi Fuga de la Patagonia, la ópera prima de los documentalistas Javier Zevallos y Francisco D´Eufemia, que se estrenará en diciembre en toda Argentina. Presentada con algo de hipérbole como un western gaucho, la película es la historia de la fuga del viajero, naturalista, cartógrafo y perito de límites Francisco Pascasio Moreno de las tolderías mapuches de los Andes Patagónicos en 1879, en paralelo a la ambigua persecución que emprende su ahijado, el muy joven y desengañado cacique Saihueque. El paralelo culmina en una escena final en la que ambos hombres descubren por fin lo que significa matar a un hombre, a la vez que la imposibilidad de su amistad: el gobierno de Buenos Aires al que sirve Moreno quiere las tierras del pueblo de Saihueque y no está dispuesto a reparar en los métodos.
La fotografía es el gran punto fuerte de la película, para lo cual los impresionantes paisajes aportan lo suyo, tanto que Fuga de la Patagonia pasa por momentos por un documental para Discovery o Travel Channel. Se destaca la música de Ariel Polenta, con unas percusiones telúricas sobre las que se monta un cuarteto de violines clásico, un contraste simbólico que funciona muy bien. En los parlamentos hay cierta sentenciosidad a la que curiosamente se hace referencia en una escena, aunque apuntada a la imagen que se tiene de José de San Martín. Los acentos de joven palermitano de algunos de los actores llevan a algunas escenas al límite de la verosimilitud. Y el guión toma algunas decisiones que creo desafortunadas, como olvidarse casi por completo de los acompañantes de Moreno desde su temprano encuentro con bandoleros hasta el mismísimo final, o hacer evidente la evolución interior del Perito sólo en el último instante, con lo que una buena hora y pico larga del filme se va en una sucesión de peripecias que no parecen modificar mucho el carácter del protagonista. (Peripecias que, al espectador acostumbrado al sensacionalismo de Hollywood, tal vez le parezcan módicas). E incluso la evolución de Moreno es discutible, merced a una placa final que deja claro que, en realidad, los sucesos no afectaron mayormente su visión del lugar que los pueblos originarios ocuparían, o no ocuparían, en el estado nacional argentino que en esos años empezaba a tomar forma. Placa final que expone, sin integrarlas, las dos visiones de la Campaña al Desierto: la acción que selló la integración definitiva de nuestro territorio y el genocidio de los pueblos originarios. Como si no hubiera sido las dos cosas, a la vez. (Aunque esto es una opinión mía que los directores no tienen por qué compartir, claro).
A la tarde nos tomamos nuestras últimas cervezas del festival con los amigos de la casa Juan Carlos Moyano y Darío Lavia, que mañana ya se vuelven a sus hogares. Algunas de las ideas que charlamos tal vez vean la luz alguna vez. Por lo pronto, y hablando de Fuga de la Patagonia, se nos ocurrió preguntarnos si habrá alguna grabación de los años veinte o treinta del siglo XX con los recuerdos de ya ancianos veteranos de la Campaña al Desierto, tal vez hecha por alguna de las primeras radios comerciales. Sí, claro, entendemos que la radio de aquella época estaba concebida de manera muy diferente a la actual, más cercana a la idea de llevar a los hogares música en vivo y radioteatros que a la de informar o educar, pero tal vez a alguien se le podría haber ocurrido hacerlo. Lo que estamos seguros es que es altamente improbable que tales hipotéticas grabaciones se hubieran conservado hasta nuestros días. Como buena parte de nuestro pasado radial o audiovisual, por desgracia.
DÍA CINCO: MARTES 22
Eat That Question: Frank Zappa In His Own Words es un documental muy disfrutable por el agudo sentido del humor y la inteligencia de Frank Zappa. Está armado a partir de unos pocos segmentos musicales y varios reportajes realizados entre comienzos de los años sesenta y los primeros años noventa, algunos tan oscuros y llamativos como los de la TV checa, el de Steve Allen en el que un Frank adolescente toca una bicicleta (?) o el del oficial Chuck Ash de la policía del Estado de Pensilvania (?). El ingenio de Zappa es tan poderoso, es tan fuerte la impresión que causa su inteligencia, que el hecho de gustar o no gustar de su música no tiene la menor importancia.
Tal vez con Zappa pasa lo que Eliot afirmaba de Finnegan's Wake de Joyce: que con uno "ya fue suficiente". Zappa no tiene sucesores, en una de ésas por suerte. Aunque yo creo adivinar un inesperado continuador, así fuera en el limitado ámbito de las entrevistas: me refiero a Charly García. A lo mejor colaboran en esta relación que yo veo el parecido físico: dos hombres flacos y altos, de nariz prominente, vello facial llamativo, más mucho sentido del humor, las ideas muy claras y un conocimiento musical descomunal. (¡Y una sesión de fotos sentados en el inodoro! Aquí y aquí). Pero sospecho que Charly tomó de Zappa una idea muy poderosa: la del reportaje como actuación, como performance, como un aspecto más de su obra.
La claridad conceptual de Zappa es abrumadora. Queda claro que entiende que dedicarse a la música como forma de vida implica someterse a reglas absurdas, desde las propias del showbiz hasta las del reportaje a manos de entrevistadores detestables, pero que ése es el precio a pagar para obtener, a la larga, la libertad absoluta y el completo control de su obra. Se ríe de las entrevistas en una entrevista, diciendo que son algo totalmente "anormal" y que están "a dos pasos de la Inquisición". En el filme están sus obsesiones de siempre: su defensa de las, según él, mal llamadas "palabrotas", por razones muy similares a las que en Argentina formuló alguna vez Roberto Fontanarrosa. Su desprecio del comunismo, de la religión organizada, de la derecha cultural norteamericana, de la censura, de sus fans radicalizados, de toda forma de control del pensamiento. Su crítica feroz a la cultura de su país, con motivos que los acérrimos americanófilos argentinos harían bien en conocer. Deberíamos extrañar mucho a Frank Zappa: en estos tiempos de Trump, de xenofobia, de espionaje masivo realizado desde el Estado, de fundamentalismos religiosos no sólo islámicos, de feminismo radical autoparódico, de redes sociales, nos hace mucha falta una inteligencia así.
En los últimos minutos de la proyección se interrumpió el subtitulado. Mi comprensión del inglés americano hablado y la ruidosa participación de algunos espectadores disconformes apenas me permitieron entender que Franz Zappa afirmaba algo así como Macri gato. No, mentira: sentí un nudo en la garganta cuando un Zappa visiblemente enfermo y final, ante la pregunta de "cómo quería ser recordado", respondía que no le importaba ser recordado o no, y que ésa era una obsesión patológica de personajes como Ronald Reagan o George Bush.
DÍAS TRES Y CUATRO: DOMINGO 20 Y LUNES 21
Mar del Plata recibió al Festival con muy buen tiempo, incluyendo un sábado de playa. El domingo, los días marplatenses retornaron a su especialidad: muy logradas imitaciones de un día de agosto en pleno noviembre. El domingo 20, por caso, fue un 27 de agosto de manual. Estaba ideal para ir al cine o para la TV, y lo dediqué al duelo de los pistoleros Teo Gutiérrez y Ricardo Centurión en La Boca, a la controversia escatológico - futbolística de Diablos y Santos, a un River muy Nouvelle Vague en escenarios naturales de Rosario, a la nueva miniserie de NatGeo acerca del primer y accidentadísimo viaje a Marte en 2033, y al octavo capítulo de esa intrigante serie que es Westworld. Hubo también mate, torta de arándanos, café, cerveza y pizza con amigos, y el Festival esperó al día siguiente.
Al día de El vampiro negro, la versión argentina de M el vampiro negro de Fritz Lang y Peter Lorre. El oriental Román Viñoly Barreto dirigió este thriller en 1953, protagonizado por un genial Nathan Pinzón, un marmóreo Roberto Escalada y una bellísima y muy joven Olga Zubarry. M es un clásico de la historia del cine y la obra de Viñoly Barreto no está a esa altura, pero es una película muy destacable. No por las actuaciones ni el guión, dos aspectos que obstruyen el pleno disfrute de la obra: algunos parlamentos son inadmisibles fuera de una parodia. Sí por la fotografía expresionista, un blanco y negro sugerente y alucinatorio, y por la extraordinaria composición de algunas escenas, en especial dos. Una, al comienzo, un alarmado crescendo de llamados telefónicos en la madrugada y sirenas policiales, que culmina en un saxofonista acompañando el canto de "Amalia" / Rita (la Zubarry) en el cabaret junto a la alcantarilla en que se descubrirá el primer cadáver. Otra, al final, la persecución del criminal en unas cloacas que evocan un laberinto infinito, sin salida. Todo esto hubiera quedado muy claro con la copia restaurada que se iba a exhibir en la sala 2 del Cine Del Paseo y que no llegó a la ciudad a tiempo, por lo cual este comentario se hace en base a una versión en DVD del filme.
El argumento es conocido, la búsqueda de un asesino serial pedófilo en una ciudad espectral que no es Buenos Aires: hay un juicio por jurados que en Argentina existe sólo desde hace poco y en algunas pocas jurisdicciones; aunque algunos nombres son latinos, se ven documentos oficiales y carteles en alemán. El color local está manifiestamente ausente, como no sea en ese estilo de actuación del clásico cine argentino que le valiera su vieja fama de imposibilidad. Las escenas más atroces son elididas fuera de campo: un recurso que nuestra época tan aficionada al sensacionalismo estético de los efectos especiales no aprecia tanto, tal vez para su desgracia. La vulnerabilidad del asesino, su patología evidente, agrega un matiz: muchos autores de crímenes aberrantes son, en el fondo, pobres tipos. Lo que no convierte a sus crímenes en menos aberrantes, claro. Hay también una inválida estéril que alienta el adulterio de su esposo (¡en una película argentina de 1953!) y una subtrama para justificar el protagonismo del personaje de la Zubarry. Innecesaria: no hace falta justificación alguna para la presencia en pantalla de una de las actrices más hermosas de la historia del cine.
DÍA DOS: SÁBADO 19
Operación Avalancha trafica con uno de los mitos más absurdos del siglo XX: la falsificación del alunizaje del Apolo XI en 1969, supuestamente perpetrada por la NASA y los servicios secretos de Estados Unidos con la presunta colaboración de nada menos que Stanley Kubrick. Sin embargo, sería tonto limitar la película a la broma errática que es en buena parte de sus 93 minutos: porque en el filme de Matt Johnson la falsificación adquiere proporciones homéricas y termina mordiéndose la propia cola.
Empezando por la inspiración que los agentes de la CIA que montan el falso alunizaje buscan en el paralelo trabajo de Kubrick en estudios londinenses, mientras rodaba las escenas en la Luna de 2001 con asesoramiento... de la misma NASA que participa de la falsificación del viaje del Apolo XI. De hecho, el propio Kubrick aparece en Operación Avalancha, merced a un truco ingenioso. Y siguiendo por el recurso técnico, por momentos algo inverosímil, del falso documental, rodado con personajes cuyos nombres son los mismos que los de los actores que los interpretan, y con escenas que fueron rodadas en las instalaciones de la NASA con el pretexto de que se estaba filmando un... documental. (Imágenes documentales al servicio de un falso documental dentro de un falso documental: una vuelta de tuerca a la que meras razones de anacronismo impidieron que entretuviera las sobremesas de Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo y su comensal invitado de costumbre).
La ambientación en los años sesenta es perfecta, y el recurso a la contemporánea música de Creedence Clearwater Revival, un motivo adicional de interés. El final abierto nos deja pensando en el destino del agente Johnson: hay quien jura que algunas de sus obras maestras son posteriores a la de 1969, y aún más convincentes.
DÍA UNO: VIERNES 18
Fui a ver Hipersomnia, la nueva película de Gabriel Grieco. Es un filme que cultiva con entusiasmo el cruce de géneros: el relato audiovisual del siglo XXI da por perdida hace décadas a la inocencia del espectador, que ya conoce todos los lenguajes y los ardides y es difícil de sorprender. La historia de Hipersomnia nunca pierde su logrado carácter inquietante y sombrío, pero va mutando: el thriller que se perfila al comienzo parece por momentos devenir en un comentario acerca del poder de la actuación y la ficción, para adquirir inmediatamente sobretonos oníricos que devienen en el terror y el gore y en la denuncia testimonial de las redes de trata, y terminar siendo una especie de viaje iniciático infernal que revela su identidad perdida a la protagonista Milena (Yamila Saud). El tratamiento del viejo tema del doble me recuerda al del célebre cuento La noche boca arriba de Julio Cortázar, sólo que con una vuelta de tuerca que hace que esta analogía que acabo de trazar no sea un spoiler.
El guión de Grieco y Sebastián Rotstein es bueno y está bien filmado: creo que el punto débil de la película es el nivel desparejo de las actuaciones. En roles secundarios Gerardo Romano, Gustavo Garzón y Chucho Fernández cumplen con profesionalidad; y Fabiana Cantilo, Sofía Gala Castiglione y Jimena Barón tienen papeles a su medida y no desentonan. (Mencioné a Fabi Cantilo, y también aparece en un cameo otra dama del rock de los ochenta: Claudia Puyó). Pero algunos momentos importantes del filme requieren para sostenerse un nivel de actuación que no me parece alcanzado, más allá de que no hay ningún papelón que convierta a la película en inviable. Me queda la duda de si el casting de nombres gancheros de la TV es una imposición de los productores o una decisión del director. Tan respetable como la de elegir actores no profesionales, que tiene tanta historia en el cine.
Tal vez llame la atención que una denuncia de la más cruel explotación de la mujer se valga de unos cuantos desnudos de actrices jóvenes y atractivas, o de escenas tan truculentas que llevaron a algunos espectadores a abandonar la sala 5 del complejo del Paseo Aldrey. A mí no me parece contradictorio, sino funcional al mensaje de defensa de los derechos de la mujer: es presentarle al varón que concibe a la mujer como un mero estímulo erótico un cuestionamiento de esa actitud desde la misma película que mira para satisfacer sus deseos de ver cuerpos femeninos. Richard Corliss definió alguna vez a la ciencia ficción como "un acto de subversión disfrazado de cuento de hadas", epigrama que, por cierto, también le sienta muy bien al pop y al rock, al menos al pop y al rock en manos de un Frank Zappa o un Jarvis Cocker. Y como dice el personaje de Gerardo Romano, en una cita que no es textual, "en el arte no hay bien ni mal".
Hasta aquí Hipersomnia. Algunos apuntes interesantes más acerca de esta edición del Festival: el sitio Odeón del INCAA y ARSAT permite ver online algunas películas y cortometrajes del festival en días y horario determinados, así que hay que estar atentos. El sitio requiere inscripción, un trámite que dura unos segundos, y aparte la inscripción les sirve para entrar en todo momento a un sitio que es como un Netflix del sur del mundo. Para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero, literalmente: podés entrar con tu smartphone.
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