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Era la hora 13 del día 13 del mes 13. El Apóstol Catódico
se había recostado a dormir una siesta bajo la sombra amiga de un eucalipto
cuando le sobrevino un terrible dolor de muelas. El acceso de dolor vino acompañado
de una violenta fiebre, tan fuerte que el Apóstol resecó la gramilla sobre
la que estaba recostado.
En la niebla del delirio, una voz le dijo al Apóstol: "como sabes
y te has preocupado en difundir, ya se han cometido casi todas las faltas
posibles. Ha llegado la hora de
"¿Quién eres?" preguntó el Apóstol, preciso en sus preguntas
aún en medio de su hora de mayor debilidad. "Soy el Apocalipto, el Árbol
del Fin del Mundo, el árbol que cobijaba tu siesta, el árbol que anuncia el
Tiempo de Descuento, porque debes saber que estás sufriendo la aparición de
"Oh Apocalipto", respondió el Testigo del Final, "dime qué
mensaje debo anunciar a Mi Feligresía". "Quédate en línea, que Alguien
que está en Lo Alto desea hablarte", respondió. Entonces el Apóstol comenzó
a oír una música celestial, sólo interrumpida por algunas imprecaciones como
"¿otra vez anda mal la central?" o "¿quién anduvo jugando con
el teclado?". De pronto la música celestial cesó, volvió a comenzar desde
el principio y se escuchó una voz que decía "un momento por favor".
Unos segundos después se interrumpió la música, y una Voz que no parecía
venir de ninguna parte dijo:
Yo soy
Ante estas palabras increíbles, el Apóstol sintió un temblor en todo su
cuerpo. ¡Era
¿Apóstol Catódico? ¿Quién estuvo jugando con la centralita?
¡Número equivocado!
De pronto cesó todo dolor, toda fiebre, toda comunicación. El Apóstol se levantó renovado, como si hubiera dormido una siesta que hubiera durado días. Llamó a sus discípulos y decidió contarles la inefable situación que había vivido. Sabiamente, decidió que las Últimas y Misteriosas Palabras que había escuchado eran demasiado profundas para ser pronunciadas así nomás, y no las refirió. En su lugar, decidió llamar a este humilde escriba y decirle que había llegado la hora de ponerse a trabajar de una buena vez en el Apocalipsis Catódico, trabajo que llevaba más de un año demorado por falta de inspiración divina.
"Escriba, Lo Alto
ya lo ha decidido, y está escrito tu destino con letras que refulgen en la
eternidad: tu mano será instrumento eficaz para escribir el Final de esta
Historia o caerá fulminada, seccionada de tu pobre cuerpo mortal. Eso ya está
fijado desde antes que comenzara el mundo: ve ahora a enfrentarte con tu destino,
cualquiera fuese éste. Dirígete a tus aposentos. Te acompañarán dos de mis
discípulos, quienes te acercarán todo lo que necesites para el cumplimiento
feliz de esta labor si ese es tu destino, y serán instrumento de Lo Alto si
sus Elevados Designios pasan por dar un corte final a esta situación".
Dicho lo cual se retiró a Sus Aposentos en compañía de Magdalena, la impactante adolescente rubia de formas turgentes, a quien el Apóstol conociera en la puerta de un local de una afamada casa de expendio de comida rápida.
El escriba se dirigió a sus aposentos acompañado de los dos lacayos. Se sentó junto a su mesa a pensar en este trance de su vida y del Universo y a observar a los dos lacayos, que mientras tanto se entretenían en arrojar al aire pequeñas matas de gramilla y cortarlas con sus cimitarras de un modo muy explícito.
(Continúa)
(1) El lector puede saltear la lectura de este capítulo, a los efectos de un mayor disfrute de la obra.
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