Reseña: Se da una fiesta patrocinada por la Sra. Ada Bernard (Betty Compson), en la que actúa el "Gran LaGagge" (Robert Fiske), un místico que realiza su acto frente a las damas y caballeros de sociedad del público. El periodista Elliot Cole (Arthur Gardner) es escéptico ante estos trucos, pero su novia Martha (Helene Le Berthon), una rica heredera, se sorprende al recibir la respuesta a su pregunta escrita en un papel de su madre, recientemente fallecida. Más tarde, Elliot invita a Martha a asistir a una sesión espiritista que será dada por la Sra. Houdini (interpretándose a si misma) el día del décimo aniversario de la muerte de su marido, el eximio mago Harry Houdini. La sesión fracasa y Mme. Houdini anuncia que todos los médiums son charlatanes. En tanto que las noticias de Houdini recorren los titulares de los diarios, el Gran LaGagge y su socio, el ex convicto Wilson (David Kerman), sufren un percance cuando un cliente fallece de un ataque cardíaco durante una sesión, y deciden irse de la ciudad. La Sra. Bernard lleva a Martha ante LaGagge, quien ve la oportunidad de irse con algo para el viaje. Así que, jugando contra reloj para evitar ser arrestado por el Insp. Burke (Robert Frazer), solicita 25 mil dólares a Martha para iniciar la construcción de un templo a la diosa Isis (claro, es que LaGagge resulta ser egipcio ahora). La Sra. Bernard señala que el perfil del Gran LaGagge no tiene semejanzas con el de los antiguos faraones, pero el embaucador responde que todos los profetas poseen una misma aura. ¿Se saldrá con la suya el falso profeta? En verdad se trata de una película de denuncia que principalmente sirve como testimonial de la viuda de Houdini en su cruzada contra los falsos médiums; la historia de LaGagge se cuenta de paso. Estrenada de manera local en la ciudad de Buffalo en 1938 bajo el título de RELIGIOUS RACKETEERS, al año siguiente se lanzó como THE MYSTIC CIRCLE MURDER, con un metraje 15 o 20 minutos inferior. [Cinefania.com]