WATERLOO (1970)

Títulos en español:
- WATERLOO (España)

Dirigida por:
Sergei Bondarchuk
Protagonizada por:
Rod Steiger
Christopher Plummer
Orson Welles
Virginia McKenna
Michael Wilding
Estudios: De Laurentiis (Prod.) Euro International (Distr.)
País: Italia
Estreno: 29 de Octubre de 1970
Duración: 134'
Género: Historica

Reseña crítica:  La saga de los Cien Días de Napoleón Bonaparte (Rod Steiger cumpliendo una actuación muy singular y rayana en lo bizarro) y su derrota en Waterloo aderezado con cientos de extras y monumentales reconstrucciones de lo que debió ser el movimiento de tropas y las acciones. Filmada en Ucrania e Italia, si no fuera porque en dos o tres momentos se percibe la sombra de la cámara o bien por los perceptibles caballetes que montan varios de los intérpretes (en las escenas de cargas de caballería), podríamos afirmar que no estamos asistiendo a una película sobre la batalla, sino a la batalla misma, tal es el realismo y la magnificencia de los planos con que Sergei Bondarchuk nos ofrece durante la segunda mitad del metraje. La trama se inicia el mismo día de la caída de Napoleón con su despedida de su ejército. Orson Welles, como Luis XVIII (cuyos 5 minutos de presencia en pantalla le valen figurar en los primeros lugares de los créditos) ordena al mariscal Ney (Dan O'Herlihy) liquidar al "monstruo", cuando es noticia en París la vuelta de Napoleón de Elba y su desembarco en el sur de Francia. El encuentro de ambos ejércitos, un Ney al frente de sus innumerables regimientos y un Napoleón encabezando a pie una fila de veteranos de armas, no genera ningún combate sino la unión de Ney a su viejo líder y la rápida huída del Rey. Cuando las anteriores potencias aliadas se enteran de la situación, deciden alistarse nuevamente para la guerra, lanzándose el territorio belga a la invasión de Francia. Escenas de baile en salones con Wellington (Christopher Plummer) y su estado mayor, Napoleón tomando un baño y pensando en su hijo (el Rey de Roma) y el destino de su Nación y algunos entremeses entre oficiales subalternos hasta los preparativos del choque nos mantienen durante 60 minutos espectantes. Tras este extenso "prólogo", por fin, se inicia el fuego y la batalla (que tomó todo un día de duración) comienza a revivir en la pantalla, con movimientos de tropas, órdenes y contraórdenes de los mariscales, suposiciones cruzadas de ambos titanes (Napoleón y Wellington) e instancias y ventajas parciales para uno u otro bando. La película felizmente no transita por los lugares comunes de jóvenes parejitas de amantes separados, no emite juicios ideológicos de ocasión y ni siquiera se mete en las psicologías o motivaciones de sus personajes, sino que se concentra en los dos contrincantes y los muestra como carismáticos jugadores de un ajedrez colosal e histórico. Si bien, la primera hora se hace larga, con el precalentamiento para Waterloo, Bondarchuk dedica íntegra la segunda hora a la célebre conflagración, logrando una auténtica cumbre cinematográfica tanto en lo visual (planos de horizontes llenos de tropas avanzando y luchando) y musical (por supuesto, la "música" de los cañones y explosiones). A diferencia de muchas películas sobre batallas y enfrentamientos bélicos, el Waterloo de Bondarchuk satisface tanto a devotos del cine como a aficionados a la fidelidad histórica y al militarismo. [Cinefania.com]
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