Reseña crítica: Cuando los títulos de crédito de una película se nos presentan con el fondo de "La Memoria", ese cuadro de René Magritte en el que se ve la cabeza de una estatua con sus ojos cerrados y un manchón de sangre en una de las sienes, no podemos dejar de esperar, al menos, que el filme nos planteará alguna cuestión relativa a la mente y al paso del tiempo. Tal vez nos malacostumbró Alain Resnais en L'ANNÉE DERNIERE A MARIENBAD (El Año Pasado en Marienbad-1961). Expectantes a que la trama que se pueda desarrollar frente a nuestros ojos requiera algún proceso intelectual importante, nos concentramos en la historia: es la de un joven y apolíneo marino llamado Jan (Mathieu Carrière), que regresa a tierra firme en una época que podríamos precisar alrededor de los años '20 o tal vez un poco antes, y deambula por una ciudad dejándose conducir rápidamente a un barrio marginal (en el que las prostitutas realizan su comercio habitual) y, poco después, a un decadente burdel en el que una bella joven canta un tema musical picaresco. Un personaje que se hace despreciar ni bien aparece en pantalla, Dideloo (Michel Bouquet), instiga una pelea en la que Jan recibe una fuerte herida en la cabeza. Pierde la consciencia y despierta en la mansión de Malpertuis, propiedad de su excéntrico tío, que brama de hambre desde su lecho de enfermo, provocando que sus numerosos sirvientes se afanen por atenderlo. Cuando llegamos al dormitorio del tío, resulta que es un Orson Welles soberbiamente desparramado en una cama gigantesca -tal y como se lo veía también en THE TRIAL (El Proceso-1962)-, que abomina de todos cuantos le rodean. Orson, que sabe que va a morir, convoca a todos los habitantes de la casa para realizar el acto de lectura del testamento. Entre los parientes está el nombrado Dideloo, y dos bellas jóvenes: una es Nancy, la hermana de Yann y la otra, Euryale (o "Aurelia", según el inteligente doblajista), una ninfa de rulos rojizos y expresión cabizbaja (ambas interpretadas por Susan Hampshire en un prodigio de caracterización). Pronto Jan se ve inmerso en el opresivo ambiente de Malpertuis, cuyos habitantes tampoco son ejemplos de sanidad mental. Luego de la lectura de la Ultima Voluntad del anciano, este muere, y la procesión fúnebre es tan pesadillesca como cabría esperar. A partir de ese momento, la locura de los personajes parece extenderse a la trama. El novio de la hermana de Jan aparece asesinado, hay escenas de sexo, momentos de humor negro, el descubrimiento del sepulcro de Orson (cuyo cadáver se ha convertido en piedra) y la aparición de un sacerdote que no se siente capaz de confesarle al protagonista los "terribles secretos" que oculta Malpertuis. Estos entuertos tendrán mucho más que ver con la Alquimia y los dioses del Olimpo, que con la memoria o con el esquema de "narraciones como cajas chinas" que poseía la novela original de Jean Ray en la que esta película se basa. Y los últimos minutos, en los que se revela aquello que uno ya adivina, parece que el director pierde el tino y brinda un desenlace con poca inspiración y mucho apresuramiento, olvidándose de la tensión y también de darle alguna cuota enigmática a la resolución. Y es una pena, porque la riqueza de recursos que ofrece en sus primeros 40 minutos, tanto desde el punto de vista técnico, con una soberbia fotografía y un diseño artístico magistral, o desde la faz interpretativa de los principales protagonistas, son notables. [Cinefania.com]
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