Reseña crítica: Luego que PURSUED (Su Única Salida-1947) y RAMROD (La Abrasadora-1947) - de Warner y United Artists, respectivamente - contribuyeran a poner la piedra basal del llamado western-noir, la pujante RKO lanzó un par de interesantes perlas, con BLOOD ON THE MOON (Sangre en la Luna-1948) del ya experimentado Robert Wise y el film que nos convoca. La trama se inicia con un paneo de cámara por una carreta asaltada y un par de soldados muertos en medio del desierto. Acto seguido, un forastero (Dick Powell) llega al pueblo pasando inmediatamente al saloon donde, a través del truco de llamar la atención con frases arrogantes, se contacta con un oficial de caballería (Steve Brodie) y su superior (Tom Powers). El forastero resulta ser un teniente enviado por el Gobierno en misión secreta para investigar estas dos muertes y encontrar a los responsables. Aparece la sra. Caslon (Agnes Moorehead), dueña de una mina de oro que para preservar su patrimonio de los ladrones, entra en tratos con el ejército. Y eso explica los soldados muertos mientras transportaban un cargamento de su oro. En el pueblo se hace evidente que la sugestiva Charlie (Jane Greer) lleva no solo las riendas del saloon sino la de algún tipo de contubernio junto a su lugarteniente Prince (Gordon Oliver), un fornido matón (Guinn Williams) y el abogado del pueblo (Raymond Burr). El guión discurre desde el convencionalismo del western clásico, con la pelea a puñetazo limpio entre Powell y Guinn Williams, hacia un terreno no tan habitual en que hay crimen organizado, infiltrados y ese elemento intrínseco del film noir que es la femme fatale inspiradora de un amor imposible que solo puede ser extinguido con el frío velo mortuorio. Toda la trama goza de diálogos punzantes, un ritmo ágil y toques de distinción de Sidney Lanfield, realizador habitualmente especializado en comedias ligeras y cuyo único antecedente en el género de misterio había sido la fallida pero obligatoria THE HOUND OF THE BASKERVILLES (El Mastín de los Baskerville-1938). El urbanismo del noir y su iluminación característica están sugeridos en numerosas escenas ambientadas en lugares cerrados, el despacho de Charlie, el estudio del abogado, el hotel donde se aloja Powell; pero antes o después, cuando la acción pasa a exteriores, una cadena montañosa de Arizona se erige imponente como infranqueable muralla de fondo. El personaje de Burl Ives, conserje del hotel, oficia de una especie de corífeo-folk, cantando algunos versos cada vez que su huesped llega o está por salir del establecimiento. La secuencia final es antológica, con Powell culminando infelizmente su tarea y la cámara mostrándonos su sombra abandonando la oficina de Charlie en tal vez uno de los pocos desenlaces que rivalice con el de ese hito del género titulado OUT OF THE PAST (Traidora y Mortal-1947). [Cinefania.com]
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