Reseña crítica: En una época que, debido a cierto sello de distribución de DVD, no era sinónimo de rarezas o films clásicos, "Criterion" fue una productora norteamericana con base de operaciones en el agreste Canadá que, para hacer honor al territorio, se especializó en films de policía montada, ofreciendo la friolera de ocho títulos del popular Sgto. Douglas Renfrew, paladín de la Ley en los bosques y también en el aire. El protagonista, James Newill, no solo trompeaba rufianes o volaba aeropleanos, sino que cantaba una o dos canciones por film. SKY BANDITS, el último de la serie, nos exhibe el ingenioso accionar de una banda de ladrones de oro. Un tal Tío Dinwinny (el voluminoso Dewey Robinson en una faceta inusual de su también voluminosa carrera) tiene un programa radial en que narra "Las Historias de Tío Dinwinny", relatos para niños en que incluye, codificados, los datos de los vuelos de transporte del precioso metal. La banda liderada por Morgan (el carón William Pawley) sintoniza la transmisión y, entre sonrisas debido a la candidez de los relatos, toman nota de la ruta. Para derribar el aeroplano, cuentan con un artefacto que dispara una onda de radio que estropea el motor. El arma es invención del Prof. Lewis (Joseph de Stefani), al que obligan a disparar engañado con el cuento que el invento será utilizado como método defensivo. El asistente del profesor, el torvo Speavey (Dwight Frye, cuyo primer fotograma en el film lo muestra con la mirada ominosa mientras acaricia su conejo), sospecha de la maniobra delictiva pero cuando quiere advertir a su patrón, es reducido por los malvivientes. El film no llega a la hora de metraje, pero aún así hay tiempo para dos suculentas peleas a trompadas; varias intervenciones cómicas del segundo de Renfrew, el cabo Kelly (Dave O'Brien); tomas aéreas de aeroplanos zigzageantes mechadas con dos simpáticas miniaturas de artefactos estrellándose entre los árboles; la llegada de la típica hija del profesor (Louise Stanley); y una secuencia increíble en que el profesor prueba su rayo en un avión miniatura y por error mata al conejito... para pesadumbre del pobre Speavey. La trama también nos ilustra acerca de la madurez de los espectadores juveniles a los que iba dirigido este producto: la pantalla les muestra la muerte de los pilotos en vuelo; el (hoy) golpe bajo de la muerte del pobre conejito; incluso a Renfrew cantando "Alley-Oop". Sin embargo, su escena final besando a la chica se disimula convenientemente tras un arbusto. [Cinefania.com]
Calificación Cinefania.com:
James Newill
